Asertividad: una forma de comunicarnos mejor

La Asertividad es un término muy utilizado en Psicología pero quizá menos conocido en el común de la sociedad; pese a ello, todos solemos ponerla en marcha cada vez que nos comunicamos con los demás y es uno de los pilares sobre los que se asienta una buena relación de pareja, social, familiar, laboral... En realidad, cualquier relación humana se nutre de la asertividad para subsistir de una manera sana y apacible. 

En términos generales, ser asertivo significa ser capaces de expresar opiniones, deseos o quejas, de forma adecuada para hacer valer nuestro criterio sin ofender al otro. Cuando decimos que “la convivencia no es fácil”, casi siempre nos referimos a los roces que surgen cuando la otra persona nos dice o hace algo que nos molesta, y nos quejamos de la actitud de esa persona. Probablemente con razón, pues nos ha hecho sentir mal. Pero, ¿cuál es nuestra actitud ante estas situaciones? ¿Cómo solemos responder? 

Tradicionalmente, la Psicología Social ha agrupado todas las posibilidades de respuesta en tres grandes modalidades: 
  1. Respuesta agresiva: se caracteriza por incluir mirada fija, tono de voz elevado y desafiante, gestos de amenaza, frases despectivas... No tiene por qué haber insultos o acusaciones directas para que nuestro lenguaje sea dañino, la mayor parte de las veces basta con una mirada altiva o un tono déspota hacia el otro. También respondemos de forma agresiva cuando no escuchamos el punto de vista de los demás, les interrumpimos o tratamos de imponer nuestras ideas a los demás. En muchos casos, posteriormente a esta respuesta, nos sentimos arrepentidos, pues sabemos que la situación se nos ha ido de las manos y hemos perdido los estribos.
  2. Respuesta pasiva: consiste en evitar el conflicto recurriendo al silencio y la retirada. Esta respuesta es más peligrosa incluso que la agresiva, entre otra cosas porque tiene una cara amable que la hace resultar atractiva: "mejor me callo, así se tranquiliza y no discutimos más", o bien, "prefiero guardar silencio; total, qué más da...". El riesgo de “pasar” de las discusiones y no decir nada está en que no hacemos valer nuestra opinión, con lo que nos exponemos a que aquello que nos molesta siga ocurriendo hasta convertirse en una indeseable rutina. Cuando esto sucede, nos vamos cargando de malestar, tensión, ansiedad, etc., lo que nos hace daño, nos hace sentir impotentes y puede desembocar en una respuesta agresiva. 
  3. Respuesta asertiva. Nos permite expresar nuestra opinión y hacerla valer ante los demás, al mismo tiempo que aceptamos y respetamos la opinión del prójimo. Dentro de la asertividad se engloban habilidades como: 
    • Saber decir “no”.
    • Expresar a los demás lo que no nos gusta o nos molesta de sus acciones, sin acusar o ser ofensivos.
    • Saber escuchar, aceptar y respetar las opiniones, deseos y quejas de otras personas.
    • Hacer ver al otro que le hemos escuchado y comprendido.
    • Respetar las diferencias de criterio interpersonales. 
    • Ser autocríticos: saber que no estamos en posesión de la verdad y que otras opiniones pueden ser tan válidas como las nuestras, aunque no las compartamos. 
Veamos un ejemplo de asertividad:




La asertividad es quizá la mejor garantía del buen funcionamiento en familia. Toda convivencia puede generar momentos de tensión y conflicto, ya sea por diferencia de criterios, deseos insatisfechos u otras fuentes de divergencia. Si esto es habitual en cualquier ámbito social o laboral donde el contacto con los demás suele ser más limitado e impersonal, cuánto más no ocurrirá en el núcleo familiar. Por eso, saber responder a las posibles disconformidades con asertividad es clave para mantener una relación agradable con nuestra pareja, con nuestra madre, con nuestro hermano... facilitando así la comunicación y el bienestar dentro del entorno familiar. 


¿Cómo podemos poner en práctica la asertividad? No existen recetas mágicas para todos, cada uno tiene sus estrategias para llevarse bien con los demás y es valioso dedicar tiempo a profundizar en ellas y ponerlas en marcha. Aún así, intentemos hacer un pequeño mapa general con algunas de las estrategias más eficaces:
  • “Para gustos, hay colores”. El primer paso para no generar conflictos es aceptar que nuestra pareja puede opinar de forma distinta a la nuestra o tener expectativas diferentes, y no tenemos porqué estar de acuerdo (salvo que se trate de un principio axial de la relación de pareja, como podría ser la fidelidad). 
  • Expresar aquello que pensamos; validar lo que piensan los demás. Como se observa en el vídeo anterior, el protagonista habla con claridad y sin tapujos. En lugar de reprimirse ante unas circunstancias claramente adversas, él se adelanta a los reproches de sus evaluadores y ofrece una explicación clara, directa, respetuosa y, sobre todo, sincera.
  • “Si uno no quiere, dos no luchan”. A veces, el diálogo se torna árido porque nuestro interlocutor o nosotros mismos estamos alterados y corremos el riesgo de perder el control en el transcurso de la conversación. En esos casos, la retirada puede ser una buena estrategia; ya retomaremos el tema más adelante, cuando estemos más tranquilos. 
  • Respeto al otro: un aspecto indispensable para convivir es respetar y demostrar nuestro respeto hacia la forma pensar, sentir y actuar de nuestra pareja. El respeto es clave también para la construcción de la confianza.
  • Decir las cosas con suavidad, sin alterarse.
  • Ser empáticos, ponernos en el lugar de la otra persona e intentar comprender su punto de vista antes de responder. 
  • Empezar diciendo “En mi opinión, yo creo que…” o “a mí me parece que…”, en lugar de acusar al otro de ser de tal manera o hacer tal cosa. Hablar desde nosotros mismos, desde aquello que nos molesta, para no atacar al otro. 
  • Tener muy en cuenta que no nos quejamos de “una persona”, sino de “algo que ha hecho o dicho” esa persona: evitemos los insultos o descalificaciones
  • Es mejor decir lo que pensamos desde el primer momento o cuando nos sintamos tranquilos, que esperar a “explotar” y decir las cosas con malas formas y en el peor momento.



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