Pérdidas en Reproducción Asistida: el duelo silenciado

Existen muchas mujeres y hombres cuyo deseo de ser madres o padres constituye uno de sus principales objetivos vitales. A veces, por diversos motivos, lograr tener esa descendencia no es tarea fácil. Muchas de esas personas sienten su deseo de maternidad o paternidad como el centro de su vida, siendo para ellas una necesidad vital. Por tanto, no conseguirlo genera frustración, tristeza y baja autoestima.

Un gran número de estas mujeres o parejas deciden embarcarse en tratamientos de fertilidad, pudiendo conseguir resultados positivos que lleven a un embarazo y alcanzar su meta tan deseada: tener un hijo. Sin embargo, otras muchas obtienen sucesivos resultados negativos, aumentando su frustración, malestar, miedo al fracaso, desánimo..., a lo que se añade un sentimiento profundo de pérdida, cuestionándose todas las facetas de su vida.

Procesos de Reproducción Asistida: ¿en qué consisten?

Casi todos hemos oído hablar de los procesos de Reproducción Asistida o Fecundación In Vitro (FIV), pero no siempre sabemos en qué consisten y cuáles son los procedimientos utilizados. La reproducción asistida es un conjunto de procedimientos médicos que buscan crear las condiciones más favorables para incrementar el porcentaje de éxito a la hora de lograr un embarazo. Hay distintos procedimientos de reproducción asistida (Inseminación artificial, FIV, ovodonación, implantación de embriones criopreservados, etc.), pero para determinar cuál es el más adecuado, la mujer o la pareja deben someterse a un estudio previo de fertilidad. Una vez realizado, la pareja será incluida en el procedimiento que se considere más eficaz y oportuno en su caso. En el momento de recibir los resultados del estudio de fertilidad, la pareja, en muchos casos, ya parte de un estado emocional vulnerable, por lo que un estudio con resultado negativo puede suponer la ruptura de sus expectativas de tener un hijo (al menos mediante sus propios gametos). Esta mala noticia para los padres genera un proceso de duelo, en tanto existe la pérdida de una meta vital de gran importancia para ellos. Por el contrario, si el resultado es positivo, se hace real la posibilidad de alcanzar su sueño, es decir, se abre una puerta a la esperanza.

Todos los procesos de Reproducción Asistida conllevan, en mayor o menor medida, una intervención médica compleja y la toma de fármacos con unos efectos más o menos acentuados en la mujer. Estos efectos son comprensibles ya que hay un motivo para ellos (el tratamiento farmacológico), sin embargo, muy pocas veces se tiene en cuenta la faceta emocional que estos procedimientos implican, no solo en la mujer, sino también en la pareja y/o en su entorno sociofamiliar más próximo.

Por ello, es importante que la intervención psicológica acompañe al procedimiento sanitario en todo momento. Entre los retos que desde la Psicología se pueden abordar, se encuentran el afrontamiento y ajuste de expectativas frente al proceso, la expresión y manejo emocional, y la mejora en la comunicación entre el equipo médico y la pareja sometida al tratamiento. Bajo nuestro punto de vista, la pareja tendría que disponer de acompañamiento psicológico en todas las fases del tratamiento de fertilidad, como una parte más del proceso.

Inmersos en un tratamiento de fertilidad

La pareja o la mujer en estos procesos deben afrontar dos aspectos importantes:
  • A nivel físico: en muchos casos, la mujer en tratamiento de fertilidad notará cambios corporales y síntomas que son producto de la medicación. Podría, por ejemplo, sentirse cansada, con dolores localizados en el abdomen, hinchazón de las mamas, cefaleas, náuseas, mareos...
  • A nivel emocional: se da una contención emocional de las expectativas, las emociones fluctúan desde la ilusión y la alegría por el "sí" hasta el miedo o la inseguridad por un "no".
Ante esta situación, suele ser complicado para la pareja conjugar todos los síntomas con la necesidad de hacer una vida diaria normal.

Uno de los momentos clave dentro del proceso de fertilidad es el tiempo que transcurre desde la implantación embrionaria o la inseminación artificial, hasta la confirmación de embarazo. Este periodo se llama "Beta-espera" y dura al menos 14 días. Este periodo de espera puede resultar extremadamente estresante para la pareja. Emocionalmente, la Beta-espera tiene una connotaciones complejas por diversas razones:
  • Los efectos de la medicación van a aumentar de forma progresiva, pudiendo confundirse con los síntomas iniciales del embarazo; sin embargo, en este periodo, es imposible diferenciar si dicha sintomatología se debe a los fármacos o a una gestación en curso.
  • Oficialmente, la mujer no está embarazada hasta que la analítica así lo confirme.
  • Sin embargo a la mujer, ( que aún no es considerada embarazada), se le recomienda hacer vida normal según sus posibilidades, con pautas especificas  de ejercicio y, en especial, en la dieta, propias de una situación de embarazo.
En consecuencia, pasan por lo que podríamos llamar una "disonancia cognitiva": tienen síntomas de embarazo, pero ninguna garantía del mismo. Son muchas las mujeres que, independientemente del resultado de la Beta, afirman que esas dos semanas de espera fueron uno de los momentos más angustiosos de todo el proceso. Se preguntaban si sus síntomas serían la prueba de un embarazo logrado o solamente producto de la medicación, y la falta de respuesta derivaba en procesos de ansiedad.

Ideas para aliviar la ansiedad durante la Beta-espera:
  • Ofrecer información lo más completa posible, por parte del equipo médico, sobre los síntomas que pueden aparecer, los motivos de los mismos y cómo aliviarlos. Es importante informar de que la existencia e intensidad de síntomas no significa confirmación de embarazo, ni la ausencia de los mismos implica necesariamente un resultado negativo.
  • Intentar hacer una vida normal en la medida de lo posible o, en su defecto, planificar actividades que permitan reducir los niveles de ansiedad y que sean flexibles según el estado diario de la posible gestante.
  • Contar con apoyo profesional y familiar durante la espera.
Afrontando el resultado del tratamiento de fertilidad

Si el resultado es positivo, el deseo de la pareja de ser padres está cada vez más cercano. Ahora, inician el proceso y cuidados propios del embarazo de manera oficial, donde seguirán construyendo sus expectativas y deseos para su futuro hijo.

En cambio, si el resultado es negativo, existe un gran impacto emocional. Hay que tener en cuenta que un embrión es un posible hijo, es algo tangible, real y no imaginario, es una posibilidad de ser madre o padre que ya existe en el cerebro de la pareja, con lo que ya tiene un lugar emocional en sus vidas y en su proyecto de futuro. 

Por ello, la no implantación del mismo constituye la pérdida dolorosa de un ser querido y de una expectativa ("lo que podría haber sido"),  y a esto se añade, la pérdida real del embrión, que seguramente ha sido difícil de conseguir. Muchas mujeres, además, se deben enfrentar a esta ruptura emocional con efectos secundarios de la medicación que inducen a seguir pensando en un embarazo y en un posible error diagnóstico hasta la llegada de la menstruación. Por lo tanto, en esos días, se produce una nueva "disonancia cognitiva", y no es difícil entender que esto aumenta el dolor emocional propio del duelo.

Por todo ello, es importante:
  • Saber cómo dar la mala noticia de un no embarazo.
  • Ajustarse al ritmo de asimilación de la pareja o mujer.
  • No adelantar información de futuros procesos: la pareja apenas está empezando a ser consciente de la noticia.
  • Dar tiempo, espacio y apoyo para sentir el dolor de la pérdida, expresarlo y reconstruir expectativas.
Así mismo, resulta esencial dar a la mujer o a la pareja tiempo, espacio y apoyo para recuperarse físicamente de los síntomas de la medicación y del proceso de Reproducción Asistida en sí. A nivel psicológico, será importante ayudar a la mujer a recuperar una normalidad paulatina, no repentina o forzada. Bajo la premisa de que no hay un embarazo, la pérdida del embrión no es contemplada socialmente como un motivo de duelo, y por tanto, no hay razón para no mantener o recuperar de inmediato la rutina habitual: trabajo, obligaciones, etc. Sin embargo, las vivencias de las mujeres y parejas que han pasado por estos procesos evidencian de forma clara que sí existe un duelo en el pleno sentido del término. Por ello, no se debe marcar el tiempo de recuperación de manera externa, sino que será la propia mujer o pareja la que delimite sus tiempos en la medida en que elabore su duelo, esto es, aceptar lo sucedido, asimilar las consecuencias y reconstruir su futuro. 

El duelo silenciado

Generalmente, con estas parejas se comete el error de restar importancia a su duelo por el hecho de no haber sido considerados "oficialmente" embarazados, algo que paradójicamente agrava aún más el dolor emocional. No debemos olvidar que estas mujeres y sus parejas pueden estar y sentirse vulnerables emocionalmente tras la pérdida. Ellos están en duelo.

La mujer puede tener sentimientos encontrados (tristeza, culpa, rabia, desesperanza...), y ser expresados de forma a veces abrupta, dolorosa, imprevisible para sí misma y los demás. Es necesario entender que estos sentimientos son naturales, porque la persona está pasando en muchos casos por un dolor intenso que su entorno no siempre sabe comprender. Las manifestaciones emocionales del duelo "explotan", se expresan de forma espontánea, no se puede controlar la intensidad ni cuándo  ni cómo aparecen, y probablemente no es recomendable que se contengan. Sin embargo, muchas mujeres que han pasado por ello expresan que se vieron obligadas a reprimirlo porque su entorno sociofamiliar no acogía su duelo, sino que lo minimizaba. 

"No te preocupes, habrá más oportunidades", "Solo era un conjunto de células" o "No pasa nada porque no tengas hijos, mucha gente no los tiene", son algunas de las frases que, con la mejor intención de consolar, no hacen más que intensificar el dolor de la pérdida porque no conectan con su estado emocional. Así, la pareja se siente sola e incomprendida, pudiendo abocarse a una situación de aislamiento social y familiar. La pareja oculta su duelo, y el entorno lo omite.

Los procesos fallidos de fertilidad, en especial si se encadenan uno tras otro, pueden producir profundas crisis, a nivel personal (¿Qué he hecho mal?, ¿Ahora qué hago?, ¿Por qué me ha pasado?, ¿Para qué tanto esfuerzo?, No lo voy a conseguir, etc.) o crisis de pareja (¿Habremos hecho algo mal?, Si no sale bien, ¿merece la pena seguir juntos?, etc.). 

En estos últimos casos, la pareja puede llegar a romperse, o bien puede fortalecerse si superan la crisis juntos. En ambos casos, será muy positivo el apoyo profesional y también el apoyo familiar y social que puede ser de ayuda para ellos.


REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS:
  • Moreno, A., y Guerra, D. (2010). Procesos emocionales en pacientes sometidos a técnicas de reproducción asistida. En: V. Giménez (ed.), Manual de intervención psicológica en reproducción asistida. Sociedad Española de Fertilidad.

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